viernes, 25 de abril de 2008

Si en ese momento...

Aquella tarde en la biblioteca sentía recorrer el escalofrío al mirarla por todas mis venas, sentía un miedo irracional a aguantarle la mirada, a siquiera permanecer mirando sus pupilas más de un par de segundos. Intentaba por todos los medios hacer que pasaba de ella, no mirarla cuando pasaba por al lado, o sencillamente hacerme el despistado en mis neuras cuando notaba que me clavaba la mirada… no, no podía aguantar más.

Esa misma noche, tomando algo en un bar con varios amigos más sentí el amor rasgar mi corazón, dejándome con el ardor natural de una herida con sal.
Salí fuera, huyendo de aquella mujer con preciosos ojos, y mejillas rosadas. Fumaba un cigarrillo mientras me imaginaba que me fumaba aquel dolor contenido, eso, llamado amor, que todos sufrimos en algún momento, en un oscuro silencio.

“Porqué me pasa esto. No lo sé. Siento perderte en cada risa, en cada abrazo y en cada juego con otro; aunque no sea cierto. Siento celos de no ser él, de ser como soy, siento perder incluso la sombra de tus pasos, cuando andas delante de mí. Camino cabizbajo siempre, lo sé, pero no tengo valor para decirte lo que siento, para llamarte por tu nombre y decirte que adoro tus ojos, tu sonrisa, y tus miradas incomprensibles. Te quiero. Creo que nunca lo había sentido, ni siquiera me había dado cuenta de que eso existía. Soy un pez pequeño, un recién nacido dando un paseo en el océano índico, intentando encontrar la manera de nadar con las corrientes, y no contra marea. Siento, de veras, contarte todo esto. Pero hace ya demasiado tiempo que pienso en qué decirte y en qué momento. Ninguno es perfecto. Quizás aquí, ahora, en la oscura noche te confunda más aún. Puede que me cojas miedo, al escuchar esto de un corazón que parecía de hielo. Y lo entiendo. No es que temiera tu reacción, es que me daba miedo hablarte de todo esto. Y lo siento, de veras, contarte todo, todo esto. No, no digas nada, sólo quiero que seas tú misma, que te olvides si quieres de mí, y me dejes que esto se me pase, poco a poco…”

Y el cigarro se consumió, igual que mis ideas, igual que aquel bonito discurso que salió del corazón. Volví al bar, dándome golpes el corazón por ser un cobarde y no afrontar nada con valor. Un, dos, tres, cuatro… se acabó.

2 comentarios:

Azpeitia poeta y escritor dijo...

Cuantas veces nos ha pasado lo mismo que tu describes, y hemos perdido el sueño y nos a consumido la pasión de amar a otro ser...me gusta el tema elegido...un abrazo de azpeitia

Luis Guillermo Franquiz dijo...

¡Alejandro!
Que bueno tenerte de vuelta. Me alegro mucho de que te hayas animado, de nuevo, a compartir con nosotros tus palabras especiales. Espero que sea el inicio de una nueva etapa fructífera, intensa y luminosa.
Gracias.